Los judios giran pollos sobre su propia cabeza. De esa manera les transfieren sus pecados. Después los sacrifican, y de esa manera los pecados quedan expiados.
Los parsis dejan a sus muertos en las torres del silencio. Allí sus cuerpos son expuestos para que sean devorados por los buitres. Crees que enterrar a los muertos contamina la tierra.
En Nepal los propios compañeros del fallecido descuartizan su cuerpo para que sea más sencillo a los buitres comérselo. Lo llaman el entierro en las nubes. El cuerpo es solo un recipiente, no tiene validez para la reencarnación.
Cada Viernes Santo, en Filipinas, unos hombres se crucifican de verdad para conmemorar el calvario de Jesús. Sus manos son atravesadas por grandes clavos.
En Varanasi, en el Norte de la India, los muertos son incierados en las calles y sus cenizas lanzadas al río. Pero hay cinco tipos de personas (embarazadas, niños, santones, enfermos de algun enferemedad concreta o mordidos por una víbora), cuyos cuerpos son lanzados tal cual al río, donde terminan descomponiéndose.
Cada una de estas religiones tienen miles o millones de seguidores. Y cada uno de estas personas no ven extraños estos ritos, ya que dentro de su cultura son socialmente aceptados, han nacido dentro de ellos.
Todas las personas contamos con un mapa mental. Gracias a él y a los valores que contiene, entendemos el mundo. Gracias a él nos movemos, nos regimos. Pero… cada persona tiene su propio mapa mental. Y no siempre suele ser el mismo. Tratar de entender cómo es el mapa de otras personas nos hará capaces de saber cómo siente y cómo entiende la vida otra persona, lo cual es absolutamente necesario para tratar de entender a la propia persona.