“This is killing me…”

Ayer jugaron Rafa Nadal y Federer en la Copa de Maestros en Londres. Era el 32º partido entre ambos, y volvió a ganar Nadal. En el global el resultado es de 22 victorias de Nadal, por 10 de Federer. Federer, del que ya hablamos en este blog, fue el número 1 del mundo indiscutible hasta que irrumpió en el circuito Rafa, que rápidamente se convirtió en su némesis. Federer se ha visto superado por el juego de Nadal, sobre todo en el aspecto mental.

Esto quedó claramente reflejado en el Open de Australia de 2009. En él, en un partido durisimo a cinco sets, Nadal ganó a Federer una vez más en una final, privando además a éste de igualar el record de Sampras de 14 torneos del grand slam. Un golpe durísimo para Federer, que veía esfumarse un sueño ante su eterno rival.

La entrega de trofeos fue tan importante como el propio partido:

La vida debería ser como el tenis, un juego de caballeros. Federer, hundido y emocionado por ver como se esfuma su sueño por el que tanto ha trabajado, se le escapa entre sollozos un “Esto me está matando…”. Nadal, aplaudiendo sin dudar a su rival, pidiendole perdón por haberle ganado, abrazandole cariñosamente, diciendole que es el mejor de la Historia, y preguntando si quiere volver a hablar ante el público, roto el discurso anterior por la emoción. Federer, asegurando que volverá.

Fue uno de los momentos en los que merece la pena haberse visto cuatro horas de partido. uno de los momentos en los que uno piensa que la Historia del tenis ha cambiado definitivamente de manos. Y sin embargo…

Y sin embargo, Federer se rebeló ante ello. No dió su brazo a torcer, a pesar de que las lágrimas se le escaparon entonces. Meses después ganaría en Roland Garros, allí donde nunca antes había sido capaz de ganar, completando el Grand Slam e igualando a Sampras, su ídolo. Y aún ganarías tres torneos del Grand Slam más en su carrera, convirtiendose en el mejor jugador de todos los tiempos.

La vida debería ser como el tenis. Saber que no todo está perdido, que aún hay muchas cosas buenas por llegar. Saber que aunque haya momentos en los que todo parece torcerse, la confianza en uno es el arma más importante. No hay desafío suficientemente grande si uno puede decirse a sí mismo que es el mejor.

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