Rodriguez.

. La historia de Rodríguez está contada muy bien en la película documental Searching for Sugar man. En este post voy a hablar del final, por lo que si tienes intención de ver el documental, no leas el post. Te perderás una buena historia.

Rodríguez, un músico del circuito alternativo de Detroit, grabó un par de discos en los años 70 gracias a que dos productores que le siguieron la pista por pequeñas salas de la ciudad. Los dos discos, juntos, vendieron solo unas decenas de copias en todo el país, a pesar de que todas las personas involucradas en que estos salieran a la calle estaban convencidos de su calidad. Inexplicable.

No más sorprendente deja de ser que una de las pocas personas que compraron el disco de Rodríguez, viajó para unas vacaciones a Sudáfrica. Allí, pinchó el disco, y este causo inmediata impresión entre sus amigos sudafricanos, que lo copiaban, mostraban a otros y estos volvían a copiarlo. Rápidamente el “fenómeno Rodriguez” se extendió por el país. Eran tiempos en los que Internet era solo una quimera, y las noticias de los músicos llegaban semanas más tarde gracias a la prensa. Y estas a veces no eran del todo ciertas.

Se rumoreó en Sudáfrica que Rodríguez se había suicidado en el escenario al percatarse de que nadie entre el público le escuchaba o entendía. Se hablaba de un revólver, también de una lata de gasolina. Los rumores acrecentaron la leyenda, y el público dejó de esperar un nuevo album de Rodríguez.

Décadas más tarde, un periodista rescató el mito, y comenzó a indagar sobre cómo murió Rodríguez. Con las pocas pistas que tenía encontró a uno de los productores del primer disco, y, emocionado, le preguntó por mil y un detalles de su mito, del disco, del proceso de grabación. Al final de la entrevista, emocionado y temeroso, le preguntó por cómo había muerto su ídolo. “Muerto?” respondió el productor “Rodríguez no ha muerto, sigue vivito y coleando”.

Rodriguez, ajeno por completo al éxito que sus discos habían tenido durante décadas en Sudáfrica, de la influencia que había tenido en generaciones de sudafricanos, había retomado su trabajo en la construcción, y vivía en los suburbios de Detroit.

El talento de Rodriguez no había sido reconocido en el momento y el lugar que él hubiera deseado. Pero sin embargo, al otro lado del océano, era reverenciado como un artista de la talla de Elvis Presley. Y durante años había vivido ajeno al oropel que le correspondería.

Al ser informado de que era una estrella, una verdadera estrella, Rodriguez no dijo una palabra más alta que otra. No reclamó lo que era suyo, no pidió que le devolvieran el dinero que aquellos discos habían generado. Organizaron una gira por Sudáfrica, y tuvo la suerte de tocar para estadios enteros. Sus hijas no lo creían. Sus compañeros de la obra no lo creían. El público no lo creía. Rodriguez estaba vivo, cantando aquellas canciones. Era como la resurrección de John Lennon.

Rodriguez sigue viviendo en la misma casa. Sus discos se han reeditado, va de gira de vez en cuando a Sudáfrica, se ha grabado un documental sobre su vida. Rodriguez sigue yendo a trabajar a la obra. Y sigue tocando, de vez en cuando, aquellas canciones que son tan importantes para él. El dinero de las giras y la venta de los discos lo distribuye entre diversas fundaciones. Dice que tiene suficiente.

Un hombre con talento. Aunque nadie quiso verlo.

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