Nada Surf y la crisis de los 30.

Hace unos meses estuve en el concierto de Nada Surf en Madrid, en el que presentaban su último disco, de versiones de canciones que les gustaban. Por motivos que no vienen al caso, tuve que ir sólo al concierto, y.. no sé si lo habreis probado, pero es realmente raro ir solo a un concierto. Por suerte, evité la peor parte, la de estar mirando el escenario con una bebida en la mano esperando que comenzara el concierto, escuchando las conversaciones de alrededor y soportando las miradas de “Ha venido solo?”. Llegué justo en el momento en que las luces se apagaban y aplaudíamos la salida de los músicos.

Nada Surf es uno de los grupos de mi vida, a pesar de que no son tan conocidos como debieran, al menos en mi opinión. Desde hace casi diez años son uno de los grupos que me han marcado, de los que he esperado discos nuevos, de los que, además, he visto con agrado como evolucionaban. En cualquier ocasión que he tenido he tratado de que la gente que me rodeara escuchara alguna de sus mejores canciones.

Así que estaba realmente emocionado por el concierto, a pesar de no tener con quien ir (podeis comprobar que mis intentos de que el grupo les gustara a mis amigos no ha tenido mucho éxito). La sala estaba llena, y se notadaba ambiente de buen concierto. Comenzaron con algunas de las canciones de los últimos discos, incluso con las de su último disco de versiones. Sonaban perfecto, y la gente rompía a aplaudir tras cada final, y juntos botábamos en todas las canciones animadas. Entonces comenzaron la interpretación de 80 windows, una de las canciones de sus primeros discos, una de sus canciones más emotivas. Comencé a cantar la letra a voz en grito, dejándome llevar por la emoción, en perfecta comunión con el grupo. Emocionante.

Sin embargo, a media canción me di cuenta que algo faltaba. El ambiente no era el mismo, había alguna ausencia. Tardé en apreciarlo, pero en cuanto me di cuenta supe qué es lo que era. Nadie más cantaba. Allí estábamos dos mil personas, pero solo cantaba yo. El público de mi alrededor me miraba, con cara extraña, incluso se apartaban un poco de mi, formando un círulo a mi alrededor. Reduje un poco mi entusiasmo, avergonzado por ser el único que cantaba a voz en grito.

Hasta entonces no me había fijado en el resto del público. Ahora, con los focos del escenario, podía ver que aquellas caras que me miraban extrañadas eran más jóvenes que yo. Mucho más jóvenes. Y supe que era el único de los que estaba allí que llevaba escuchando a aquel grupo los últimos diez años. Era el abuelo cebolleta de la sesión.

Me hizo pensar que la juventud quedaba un poco más atrás (tampoco demasiado). Pero también entendí todo lo que Nada Surf me habia aportado, y los momentos que había vivido y compartido con aquella música. Me sentí viejo, si, pero privilegiado también por tener todas aquellas experiencias que contar. Y que aquellos que me rodeaban aún tenían por vivir.

Entendí aquello rápidamente, me dio tiempo a recuperarme, olvidarme de todos aquellos que me miraban y seguir cantando aquello de “The moon is closer to the sun that I am to anyone”.

Toda situación tiene algo de positivo, y algo de negativo. Tiene todas las lecturas que nosotros queramos darle, y nosotros seremos los que elijamos el sentido que queramos darle. En esta ocasión decidí disfrutar la situación, aunque no siempre será así. Pero lo que no debemos olvidar es que somos nosotros, y solo nosotros los que decidimos cantar o no.

Quieres cantar? Aqui tienes la versión karaoke. Te veo en el próximo concierto!

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